| Inicio / Cuenteros Locales / B. B. (beticita) - [U:beticita] 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Escribo para anclarme a la vida,
 y mantener la cordura a mi lado,
 mientras la locura, me hace guiños
 desde los jirones de un cielo estrellado.
 Escribo para ahuyentar soledades,
 que viven en las sombras del pasado,
 y llenar de soles mi alma
 que entibien mis días nublados.
 Escribo para que mis pies
 se mantengan, del suelo despegados,
 y en un suspiro de ternura,
 mi corazón continúe alado.
 Escribo porque no tengo elección,
 las palabras se me acumulan sin descanso,
 si quererlo se derraman una a una,
 sin pedirlo se me escapan de las manos.
 Y en un acto repetido,
 exilio la muerte y exorcizo  el quebranto,
 comulgo con el universo
 mientras escribiendo respiro mi canto.
 
 
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 Oda a la crítica (Pablo Neruda)
 
 Yo escribí cinco versos:
 uno verde,
 otro era un pan redondo,
 el tercero una casa levantándose,
 el cuarto era un anillo,
 el quinto verso era
 corto como un relámpago
 y al escribirlo
 me dejó en la razón su quemadura.
 
 Y bien, los hombres,
 las mujeres,
 vinieron y tomaron
 la sencilla materia,
 brizna, viento, fulgor, barro, madera
 y con tan poca cosa
 construyeron paredes, pisos, sueños.
 En una línea de mi poesía
 secaron ropa al viento.
 Comieron
 mis palabras,
 las guardaron
 junto a la cabecera,
 vivieron con un verso,
 con la luz que salió de mi costado.
 Entonces
 llegó un crítico mudo
 y otro lleno de lenguas,
 y otros, otros llegaron
 ciegos o llenos de ojos,
 elegantes algunos
 como claveles con zapatos rojos,
 otros estrictamente
 vestidos de cadáveres,
 algunos partidarios
 del rey y su elevada monarquía,
 otros se habían
 enredado en la frente
 de Marx y pataleaban en su barba,
 otros eran ingleses,
 y entre todos
 se lanzaron
 con dientes y cuchillos,
 con diccionarios y otras armas negras,
 con citas respetables,
 se lanzaron
 a disputar mi pobre poesía
 a las sencillas gentes
 que la amaban:
 y la hicieron embudos,
 la enrollaron,
 la sujetaron con cien alfileres,
 la cubrieron con polvo de esqueleto,
 la llenaron de tinta,
 la escupieron con suave
 benignidad de gatos,
 la destinaron a envolver relojes,
 la protegieron y la condenaron,
 le arrimaron petróleo,
 le dedicaron húmedos tratados,
 la cocieron con leche,
 le agregaron pequeñas piedrecitas,
 fueron borrándole vocales,
 fueron matándole
 sílabas y suspiros,
 la arrugaron e hicieron
 un pequeño paquete
 que destinaron cuidadosamente
 a sus desvanes, a sus cementerios,
 luego
 se retiraron uno a uno
 enfurecidos hasta la locura
 porque no fue bastante
 popular para ellos
 o impregnados de dulce menosprecio
 por mi ordinaria falta de tinieblas
 se retiraron
 todos
 y entonces,
 otra vez,
 junto a mi poesía
 volvieron a vivir
 mujeres y hombres,
 de nuevo hicieron fuego,
 construyeron casas,
 comieron pan,
 se repartieron la luz
 y en el amor unieron
 relámpago y anillo.
 Y ahora,
 perdonadme, señores,
 que interrumpa este cuento
 que les estoy contando
 y me vaya a vivir
 para siempre
 con la gente sencilla.
 
 
 
 
 
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